- Observando
las analogías que puede haber entre la mente humana y el sistema
global de internet, siento curiosidad por estudiar de qué manera se
puede relacionar también con las enfermedades de la mente. Si una
mente puede ser neurótica, internet también lo puede ser. Del mismo
modo, puede tener tics generados por una excesiva actividad y estrés.
Podríamos llegar a hablar de síndromes como el de Tourette, o de
trastornos de la personalidad.
Me interesa
investigar la parte onírica de este cerebro. Creo que la red está
llena de elementos que forman esa parte “subconsciente” de
internet, generados automáticamente por software programado o bots.
En concreto, el programa Cleverbot es un fascinante mecanismo de
análisis del subconsciente cibernético. Te ofrece respuestas
automáticas a cualquier pregunta que le hagas, partiendo de una base
de datos creada con las respuestas de otros usuarios. Esto quiere
decir que cuando tienes una conversación con él la estás teniendo
con usuarios aleatorios que han hablado antes que tú. Es una
mecanización de la conversación tradicional muy interesante,
parecida a la somniloquia.
- Por otro
lado, la existencia de estos bots da qué pensar alrededor de
la precarización del trabajo. Los bots
son un indicativo de la disonancia entre nuestras necesidades y
nuestras capacidades.
- Internet es
parte del procomún y es una responsabilidad de todos cuidar de su
salud. Es una fuente inagotable de inspiración y de enriquecimiento
de la cultura, ahora puesto en crisis por las políticas de censura
que se están planteando en varios países. Investigar en este
terreno me parece un bonito homenaje a lo que puede que algún día
sea un recuerdo de épocas gloriosas.
- Sobre la
basura cibernética:
Parto de la
idea de que la basura que encontramos en internet conforma nuestro
subconsciente. La riqueza de esta basura es el reflejo del potencial
de internet para conformar nuestra identidad. La actividad del
individuo contemporáneo en la red, reflejándose de manera más o
menos mediocre supone una nueva forma de invertir el tiempo.
Trabajamos gratis para alimentar el monstruo porque es nuestra manera
de rumiar.
Me gustaría
llegar a poder representar un escenario distópico en el que los
elementos “basura” de la red sean los objetos de análisis de
civilizaciones del futuro. Dicho de otra manera, crear una ficción
en la que podamos observar nuestra realidad con la mirada de los
hombres del futuro. Me interesa aquí la obra Future Studies
de Javier Fresneda presentada en generaciones en la manera de
cuestionar la memoria y el concepto de ruina.
En el libro
Nunca fue tan hermosa la basura de
José Luis Pardo hay
un análisis de lo que suponen los deshechos para nuestra sociedad,
refiriéndose primero a lo material. Empieza con la tesis de que la
riqueza de las sociedades en las que domina el modo de producción
capitalista se presenta como una inmensa acumulación de basuras. Es
una forma irónica de alegar que si nuestra riqueza se refleja en
nuestra basura, la riqueza puede ser un término cuestionable
referido a una civilización.
Para
él basura es lo que tiene un destino, el ser llevado a otro lugar,
una cualidad de tránsito, de estorbo. Pero en el mundo en el que
vivimos no tenemos la posibilidad de ofrecerle ese destino a la
basura, así que nos pone en un grave aprieto. Este alegato lo lleva
más allá de la basura como tal, que para él es solo la punta del
iceberg. Habla del trabajo-basura, los lugares-basura, las
casas-basura y en general todo aquello que existe pero no tiene un
lugar para la esencia que lo conforma, dotándole de una personalidad precaria. Para Jose
Luis Pardo el no-lugar
de Augé es un eufemismo para lugar-basura.
La
manera natural de lidiar con esto es producir con la idea de que lo
que hagamos es basura potencial, que tiene una condena a la
obsolescencia, a la transfiguración. Pardo cree que esto es un nuevo
paradigma en la sociedad, y que los que no creen en ello son
considerados retrógradas que al no aceptarlo se convierten en
los auténticos pensadores-basura.
Apunta la idea de Marc Augé de que nuestra civilización será la
primera en no dejar ruinas, porque todo será reciclable o
transformable para un nuevo uso. Por eso el título Nunca
fue más hermosa la basura. Es
una manera de resignarse a la basura de nuestro mundo una vez
descubierto que el mundo sin ella es una utopía.
Esta
visión es muy acertada y a pesar de pesimista me deja algún
resquicio para licencias poéticas. Según el autor toda nuestra
realidad forma parte de ese paradigma basura o realidad
líquida (Bauman tiene mucha culpa en todo este lío). Sin embargo
creo que en cualquier civilización siempre queda la auténtica
basura-reliquia que conformará la ruina. Es aquello que por
maravillosas circunstancias casuales tienen cualidades ambiguas que
los protegen de la obsolescencia. Son objetos anodinos y mancillados que forman un universo de
imágenes misterioso y revelador al mismo tiempo.
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